Tomás vivía en la Calle de Cacahuatal de
San Pablo, ahora Escuela Medica Militar, atrás del predio que pertenencia a los
Agustinos. Su familia venía de Medina de Rio Seco, de Castilla la Vieja. En
España, su familia se había usado el apellido Represa, una familia con una
larga historia de acoso por parte de la Inquisición.
Tomás fue comerciante muy exitoso, que
viajaba constantemente por la Nueva España, y con un comercio prospero en la
Nueva Galicia, en la Ciudad de Guadalajara. El negocio tuvo dos portones de
entrada: por la primera puerta, el marchante recibía precio normal, pero por el
segundo, un buen descuento. Esta novedad atraía mucha clientela, pero mucha
envidia de la competencia. Se le acusaron a Tomás de haber enterrado abajo del
piso de la segundo puerta a un Santo Cristo, y por eso motivo, a cambio del
sacrilegio, regalaba a los marchantes un mejor precio.
No tardaron estos rumores para llegar a
los oídos de la Santa Inquisición. Cuando Tomás llegó de regreso a la Ciudad de
México, le aprendieron, y le llevaron al Palacio de la Santa Inquisición. Su
expediente estaba lleno de acusaciones:
·
De
hacer constantemente ayunos,
·
De
no asistir a Misa,
· De
cuando le saludaban los vecinos en la calle con el “¡Buenos Días!”, no contestar correctamente con el “¡Alabado sea El Santísimo Sacramento!”
"Por esta puerta entraban los acusados de la Inquisición."
Una vez sentenciado Tomás, hizo 3 días
de ayuno antes de su sentencia. En vez de recantar, en busca de una sentencia
menor, Tomás dijo que prefería morir como un buen judío.
Se le amarró al garrote en la Plaza del
Volador, se le prendieron fuego a la hoguera, y el humo le sofocaba, mientras
se quemaba, pero jamás gritó en su tormenta, hasta desesperado con la lentitud
del fuego y que no acabaron sus tormentas, gritó: “¡Échale más leña, que mi
dinero me cuesta!”
Menorah confiscada a una judía en el Palacio de la Inquisición.
Tomás fue martirizado por su fe en Dios,
y es un ejemplo que debemos estudiar, como un caso de intolerancia, y muy
probablemente de envidia. Tomás fue admirable en su fidelidad a su fe, y lo
debemos admirar y honrar, sobretodo, cuando su fe tiene las mismas raíces como
la creencia de los Católicos.
Nuria Galland nos enseña el cuadro que ilustra el Acto de Fe de 1649
¡Quien ríe al último, ríe mejor!