Este
Colegio fue fundado por la Congregación de los Carmelitas Descalzos, una
reforma de la Congregación de los Carmelitas, impulsada por Santa Teresa de Ávila.
La búsqueda de Dios, en un ambiente de santidad, silencio, oración y de
sacrificio, era el camino que trazó Santa Teresa para sus seguidores.
Santa Teresa Penitente, Pintura de Cristóbal de Villalpando
La
primera piedra de la obra fue colocada el 29 de junio, 1615.
La
función del nuevo convento-colegio fue la preparación de los frailes carmelitas
de la Nueva España, que ya estaban muy activos en Querétaro, Celaya,
Salvatierra, Tacuba, Toluca, Oaxaca, Tehuacán y en el Desierto de los Leones,
en la afueras de la Ciudad de México.
El
estilo arquitectónico del ex Colegio de Nuestra Señora del Carmen incorpora
muchos elementos de los monasterios e Iglesias de los Carmelitas de España, que
a su vez, incluye el estilo mudéjar del sur, tanto en sus azulejos, fuentes y
patios. La austeridad era clave, aunque sobre el camino del tiempo, el Colegio
de Nuestra Señora del Carmen adquiere cierto toque de lujo en su decorado.
En
los años siguientes, comenzaron con la construcción de la huerta, en los
terrenos que quedaban alrededor del colegio, con un sistema sofisticado de
molinos, canales, y puentes. La huerta se hizo famosa por su producción de
peras y manzanas, y también de flores.
El
colegio y la huerta dieron inicio al crecimiento económico y demográfico de la
zona, cuyo nombre se cambió de San Jacinto a San Ángel.
A
partir de la década de 1820, el Colegio de Nuestra Señor del Carmen sufrió un
gran revés, cuando las leyes dictaron la expatriación de los españoles y la mayoría
de los integrantes eran españoles.
En
la guerra con Estados Unidos, fue utilizado el Colegio como residencia en 1847 para el ejército invasor. El jardín de
San Jacinto fue utilizado para el linchamiento de los soldados voluntarios
irlandeses, considerados por los americanos como desertores.
En
1861, se comenzaron a fraccionar los predios de las huertas. Ya para tiempos de
la Revolución Mexicana, el Colegio fue abandonado, pero Zapata ordenó a sus
soldados desenterrar a los muertos, ya que “seguramente hay tesoros”. Zapata no
encontró tesoro alguno, pero cuando los aldeanos encontraron los cadáveres de
los desenterrados. Se suscitó mucho morbo y curiosidad por la “momias”, ya que
los minerales de la tierra habían conservado los cuerpos de la completa descomposición,
sobretodo los huesos, la piel y la vestimenta.
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